Hablemos de la Paz:
Las guerras, visibles o invisibles, no son accidentes.
Son parte de un sistema que las necesita para sostener el equilibrio de poder global.
Este equilibrio, lejos de ser justo o necesario, está diseñado para perpetuar los intereses de quienes controlan los hilos: la industria armamentista, los gobiernos de las potencias y las élites económicas que se benefician del caos.
El negocio de la guerra es uno de los pilares de este equilibrio.
Las grandes potencias venden armas, tecnología de destrucción y promueven conflictos estratégicos bajo el pretexto de "proteger la seguridad" o "defender la democracia".
Pero detrás de estas justificaciones se esconden las verdaderas razones: mantener el dominio sobre recursos estratégicos, reforzar economías debilitadas y probar las nuevas herramientas de un mercado bélico que mueve cifras incalculables.
Las guerras invisibles: un reflejo local del equilibrio global.
Este sistema no solo afecta a los campos de batalla tradicionales; también tiene su eco en nuestras calles.
Este sistema no solo afecta a los campos de batalla tradicionales; también tiene su eco en nuestras calles.
Las guerras invisibles -como la del narcotráfico, la violencia social o el desprecio por la vida- no son fenómenos aislados, sino extensiones de este modelo global de control.
El narcotráfico, por ejemplo, no podría sostenerse sin las armas que lo abastecen ni sin las economías que lo financian.
La violencia en las calles, los robos y asesinatos no surgen de la nada: son el resultado de un sistema económico y político que descarta a las personas y las empuja hacia la desesperación.
Y mientras tanto, las clases dirigentes utilizan estas tragedias como herramientas políticas.
Y mientras tanto, las clases dirigentes utilizan estas tragedias como herramientas políticas.
La violencia social es amplificada en los discursos de campaña, transformada en una moneda de cambio electoral.
El oficialismo busca justificar su inacción, mientras que la oposición capitaliza la indignación para fortalecer sus filas.
Ambos actores son responsables: el primero por su incapacidad para resolver, el segundo por su cinismo al usar el sufrimiento ajeno como trampolín político.
Para quienes controlan este sistema, la guerra no solo es un negocio; es una herramienta funcional para mantener un supuesto "equilibrio".
Los conflictos crean miedo, dividen sociedades y justifican presupuestos exorbitantes en defensa y seguridad.
Este modelo no busca la paz; busca perpetuar la dominación.
El equilibrio que intentan vendernos no es más que un sistema donde unos pocos ganan y la mayoría pierde.
En este contexto, la paz no puede entenderse como un regalo que llegará desde las grandes potencias o los gobiernos de turno.
En este contexto, la paz no puede entenderse como un regalo que llegará desde las grandes potencias o los gobiernos de turno.
La paz debe construirse desde la base, desarmando el negocio de la guerra y enfrentando las dinámicas de poder que la sostienen.
Esto implica repensar los valores de nuestra sociedad, exigir políticas que reduzcan la desigualdad y descomprimir los conflictos que nos enfrentan a diario.
Un llamado a despertar:
La guerra no es inevitable, pero mientras sigamos aceptándola como una herramienta necesaria para el equilibrio mundial, continuaremos siendo sus víctimas.
La guerra no es inevitable, pero mientras sigamos aceptándola como una herramienta necesaria para el equilibrio mundial, continuaremos siendo sus víctimas.
Los muertos en los campos de batalla, las víctimas del narcotráfico, los heridos en las calles, todos ellos son sacrificios impuestos por un sistema que prioriza las ganancias sobre la vida.
No podemos seguir siendo espectadores pasivos.
No podemos seguir siendo espectadores pasivos.
Si queremos un mundo distinto, debemos rechazar esta lógica de destrucción y trabajar por una paz que no sea solo la ausencia de conflicto, sino la construcción de una sociedad basada en la justicia, la dignidad y el respeto por la vida.
La paz no es un ideal inalcanzable; es una decisión colectiva.
La paz no es un ideal inalcanzable; es una decisión colectiva.
Y para lograrla, primero debemos desarmar el negocio que nos han vendido como necesario.
No hay equilibrio posible en un sistema que se alimenta de sangre y miedo.
Es hora de cambiar las reglas.
Editorial; gentileza "Guillermo Patricio Kelly".
Editorial; gentileza "Guillermo Patricio Kelly".
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