Argentina, enferma de indiferencia y al borde del aislamiento sanitario.
Cuando un Gobierno toma decisiones sin medir las consecuencias, sin importar el impacto en la vida de sus ciudadanos, estamos ante algo mucho más peligroso que la simple improvisación: estamos frente a una administración arbitraria que gobierna con desdén por el destino de su pueblo.
La reciente decisión del Presidente de retirar a Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no es solo una medida aislada, sino parte de un patrón de decisiones caprichosas, carentes de análisis y empatía.
El Presidente actúa como si hubiese sido electo por una mayoría absoluta y contundente, cuando en realidad en la primera vuelta ni siquiera fue el candidato más votado.
El Presidente actúa como si hubiese sido electo por una mayoría absoluta y contundente, cuando en realidad en la primera vuelta ni siquiera fue el candidato más votado.
Llegó al poder en el balotaje no porque la mayoría de los argentinos creyera en su modelo, sino porque el hartazgo con la opción opositora era tal que muchos votaron con bronca, más que con convicción.
No fue el mejor candidato, sino el menos rechazado en una elección donde la gente eligió entre lo que consideraba "el mal menor".
El resultado está a la vista: Argentina continúa en caída libre, con un modelo de Gobierno basado en la soberbia y el desprecio por el sufrimiento de su gente.
El resultado está a la vista: Argentina continúa en caída libre, con un modelo de Gobierno basado en la soberbia y el desprecio por el sufrimiento de su gente.
¿Desquiciado o simplemente cruel?:
El retiro de la OMS no es solo una medida sin sentido: es un atentado contra la salud pública.
El retiro de la OMS no es solo una medida sin sentido: es un atentado contra la salud pública.
La OMS no solo es un organismo consultivo, sino que provee apoyo técnico, acceso a programas de prevención de enfermedades, recursos en emergencias sanitarias y financiamiento para iniciativas de salud.
Retirarse de la OMS en un contexto donde el país tiene hospitales colapsados, falta de insumos médicos y un sistema de salud pública en crisis es, cuando menos, un acto de negligencia criminal.
Sin embargo, esta decisión no es un caso aislado.
Sin embargo, esta decisión no es un caso aislado.
Es parte de una seguidilla de medidas que desprotegen a los ciudadanos, empujándolos a una pobreza cada vez más profunda.
La falta de trabajo, el aumento de la inseguridad, la inflación descontrolada y la imposibilidad de acceder a medicamentos o pagar servicios básicos no son eventos aleatorios: son consecuencias directas de políticas gubernamentales que desentienden el deber de proteger y mejorar la calidad de vida de los argentinos.
El hambre y la pobreza: la crisis que el Gobierno ignora.
Con un 60% de la población sumergida en la pobreza, la compra de alimentos se ha vuelto un lujo.
Con un 60% de la población sumergida en la pobreza, la compra de alimentos se ha vuelto un lujo.
Mientras tanto, desde el Gobierno se sostiene la fantasía de que la inflación es un problema de expectativas y no de políticas económicas erradas.
La realidad es otra: la inflación es el resultado de un Estado ausente, de decisiones improvisadas y de un modelo que condena a millones al hambre y la desesperación.
El Presidente mira para otro lado mientras la gente deja de llenar sus heladeras, los niños crecen con desnutrición y los jubilados deben elegir entre comprar medicamentos o pagar la luz.
El Presidente mira para otro lado mientras la gente deja de llenar sus heladeras, los niños crecen con desnutrición y los jubilados deben elegir entre comprar medicamentos o pagar la luz.
En lugar de soluciones, se ofrecen discursos vacíos y un relato cada vez más alejado de la realidad cotidiana de los argentinos.
La inseguridad: el reflejo de un Gobierno que destruye el tejido social.
Con cada decisión errática, el Gobierno profundiza la crisis y deja a millones de argentinos en un estado de desesperación.
Con cada decisión errática, el Gobierno profundiza la crisis y deja a millones de argentinos en un estado de desesperación.
En este contexto, la inseguridad no es solo un problema de cantidad de policías en las calles, sino el resultado de una sociedad cada vez más quebrada, donde el Estado se ha retirado de sus responsabilidades básicas.
El foco más grave de la inseguridad está en la provincia de Buenos Aires, donde los hechos de violencia se multiplican día a día.
El foco más grave de la inseguridad está en la provincia de Buenos Aires, donde los hechos de violencia se multiplican día a día.
Robos brutales, homicidios, ajustes de cuentas y tomas de tierras se han vuelto moneda corriente en un territorio que parece completamente fuera de control.
Las bandas criminales han crecido al amparo de un Estado ausente, y la falta de presencia policial, sumada a la desesperación social, ha convertido a las calles bonaerenses en una zona liberada para el delito.
Cuando la economía colapsa, la educación se desfinancia, la salud pública es abandonada y el trabajo digno se convierte en una utopía, lo que queda es un país al borde del caos.
Cuando la economía colapsa, la educación se desfinancia, la salud pública es abandonada y el trabajo digno se convierte en una utopía, lo que queda es un país al borde del caos.
El crimen no crece porque la gente "elige" delinquir, sino porque las condiciones creadas por este Gobierno han generado el escenario perfecto para que la inseguridad se dispare.
Las cifras son claras: donde hay más pobreza, hay más desesperación, y donde hay más desesperación, hay más violencia.
Las cifras son claras: donde hay más pobreza, hay más desesperación, y donde hay más desesperación, hay más violencia.
Pero el Presidente, lejos de atender la raíz del problema, insiste en gobernar desde la indiferencia, abandonando a quienes más necesitan un Estado presente y dejando a la sociedad atrapada entre el miedo y la resignación.
¿Es tiempo de llamar a un especialista?:
En un país donde la salud mental es un problema creciente, sorprende que las señales de alarma sobre el estado psicológico del Presidente sean ignoradas.
En un país donde la salud mental es un problema creciente, sorprende que las señales de alarma sobre el estado psicológico del Presidente sean ignoradas.
Cuando una persona exhibe comportamientos erráticos, actúa sin medir las consecuencias de sus acciones y, peor aún, persiste en decisiones que afectan negativamente a millones de personas, en cualquier otro ámbito se encenderían todas las alertas.
Si el país estuviera en manos de un conductor que acelera directo hacia un muro, sin frenos y sin intención de girar el volante, ¿alguien dudaría en intervenir antes del impacto?.
Si el país estuviera en manos de un conductor que acelera directo hacia un muro, sin frenos y sin intención de girar el volante, ¿alguien dudaría en intervenir antes del impacto?.
Si un individuo en el ámbito privado tomara decisiones que ponen en peligro a su entorno de manera constante, lo lógico sería la intervención de un psicoanalista, un neurólogo o al menos un comité de expertos que pueda evaluar su estado mental y, si es necesario, aplicar un tratamiento.
Gobernar no es un juego.
Gobernar no es un juego.
Un Presidente no puede ser un experimento sociopolítico donde se pone a prueba hasta dónde puede resistir la sociedad.
La Argentina no necesita un líder mesiánico que gobierne desde el odio y la soberbia.
Necesita un estadista que comprenda que cada decisión política tiene consecuencias directas sobre la vida de los ciudadanos.
Un loco al volante y el país sin frenos:
Argentina es como una calesita que alguien debía cuidar, pero en vez de eso, nos tocó un Presidente que decidió darle un empujón hasta hacerla volar por los aires.
Argentina es como una calesita que alguien debía cuidar, pero en vez de eso, nos tocó un Presidente que decidió darle un empujón hasta hacerla volar por los aires.
No es que no vea las consecuencias, es que no le importan.
No es que sea incapaz de gobernar, es que gobierna con el único propósito de destruir.
Cada vez que Milei toma una decisión, la Argentina se aleja más de cualquier posibilidad de recuperación.
La pregunta ya no es cuánto más podemos soportar, sino hasta cuándo vamos a dejar que el delirio conduzca nuestros destinos.
La pregunta ya no es cuánto más podemos soportar, sino hasta cuándo vamos a dejar que el delirio conduzca nuestros destinos.
Porque mientras sigamos esperando que el loco se detenga solo, la calesita no solo seguirá girando: terminará estrellándose, y con ella, todos nosotros.
Nota, gentileza "Guillermo Patricio Kelly" (Subsecretario de Prensa de la 62 Organizaciones Gremiales Peronistas).
Nota, gentileza "Guillermo Patricio Kelly" (Subsecretario de Prensa de la 62 Organizaciones Gremiales Peronistas).
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