Mientras en el país se discute candidaturas, Milei mueve piezas fuera del tablero electoral.
Su apuesta no es por los ganadores visibles, sino por el control invisible. Y lo va a lograr.
Mientras la atención pública se concentra en quién gana o pierde una intendencia, una provincia o una interna, hay un tablero más silencioso que está en movimiento.
Mientras la atención pública se concentra en quién gana o pierde una intendencia, una provincia o una interna, hay un tablero más silencioso que está en movimiento.
No se trata de sumar votos.
Se trata de sumar poder real.
Y "Javier Milei" lo está haciendo, aunque no se note.
Milei no necesita que sus candidatos ganen.
Necesita que no lo condicionen.
Necesita que no le armen internas ni le exijan cajas ni lugares en la toma de decisiones.
Necesita, sobre todo, que no lo opaquen.
Por eso maneja la lapicera y arma las listas.
Por eso maneja la lapicera y arma las listas.
Porque si sus gladiadores pierden en la arena electoral, quedan disciplinados.
Y si ganan, empiezan a reclamar.
Entonces, que pierdan.
Pero que entren legisladores.
Que sumen bancas.
Que le respondan solo a él.
Y en ese juego, José Luis Espert, Patricia Bullrich o cualquier otro nombre propio, son piezas prescindibles.
Y en ese juego, José Luis Espert, Patricia Bullrich o cualquier otro nombre propio, son piezas prescindibles.
Ganar los puede convertir en polos de poder propio. Perder los deja bajo control.
Así de simple.
Porque lo que realmente le importa a Milei no es gobernar territorios.
Porque lo que realmente le importa a Milei no es gobernar territorios.
Es controlar el Congreso.
Con más diputados y senadores que le respondan, puede sostener su relato y su agenda, aunque sus candidatos se desdibujen.
Su verdadera apuesta es a largo plazo, a lo estructural, a lo simbólicamente poderoso.
Y ahí aparece la jugada más sutil, pero más audaz: "mantener vivo a su enemigo".
Milei no quiere que desaparezca el Peronismo.
Y ahí aparece la jugada más sutil, pero más audaz: "mantener vivo a su enemigo".
Milei no quiere que desaparezca el Peronismo.
Lo necesita. Necesita a Cristina.
Necesita a Kicillof.
Necesita al Kirchnerismo tal como está, como el antagonista emocional que justifica su discurso, su campaña eterna, su estilo rupturista.
Porque sin ellos, ¿contra quién se construye?. ¿A quién le grita?. ¿Cómo moviliza a su base libertaria que vive de la bronca?.
Un Peronismo desarmado lo obligaría a dar respuestas.
Un kirchnerismo latente le permite seguir vendiendo lucha.
Por eso lo deja estar. Por eso lo nombra.
Por eso lo deja estar. Por eso lo nombra.
Por eso lo señala, pero no lo destruye.
Porque en su lógica, la política no es un juego de suma cero.
Es un ring donde necesita un rival de peso para mantenerse de pie.
Así, Milei construye hegemonía sin cargos, y sentido sin gestión.
Así, Milei construye hegemonía sin cargos, y sentido sin gestión.
Y lo hace porque entendió algo que muy pocos ven: a veces, perder es la jugada.
Y a veces, tener enemigos es mejor que tener aliados.
Pero hay una posibilidad.
Pero hay una posibilidad.
Siempre la hay.
¿Y si el pueblo se despierta?. ¿Y si entiende que las jugadas políticas no son para solucionarle la vida, sino para conservar el poder, ganar espacio y seguir gobernando sobre un contexto adormecido?.
Si eso ocurre, la estrategia de la política pierde fuerza, porque pierde a su espectador pasivo.
Si eso ocurre, la estrategia de la política pierde fuerza, porque pierde a su espectador pasivo.
Pero, para que ese despertar se transforme en algo real, debe haber un canal alternativo, una figura o una fuerza que no haya nacido del mismo molde.
Y ahí está el dilema: ese canal aún no está del todo construido.
Y ahí está el dilema: ese canal aún no está del todo construido.
Se insinúa, se menciona, se espera... pero falta el hombre gris, o el colectivo lúcido, que proponga un cambio verdadero y original.
No se puede gobernar para un séquito, ni para la militancia, ni para el mercado.
No se puede gobernar para un séquito, ni para la militancia, ni para el mercado.
Se tiene que gobernar para un país entero.
Y si ese país se levanta, no para gritar, sino para comprender, entonces la política va a tener que dejar de actuar y empezar a servir.
NOTA, Columna-Opinión gentileza de "Santiago Blas".
NOTA, Columna-Opinión gentileza de "Santiago Blas".
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