Sin aporte sindical... Quién sos?:


La traición de gran parte del sindicalismo argentino al movimiento obrero.

El sindicalismo argentino, que alguna vez fue el escudo de los trabajadores contra los abusos del poder, hoy se ha convertido en un entramado de intereses donde los líderes gremiales han dejado de representar a su gente para transformarse en millonarios que se aferran a sus cargos. 

La Confederación General del Trabajo (CGT), en lugar de ser un espacio de lucha y reivindicación, es vista por la sociedad y por los propios trabajadores como una estructura que prioriza acuerdos con empresarios, industrias y gobiernos antes que con los propios afiliados, quienes con su sudor sostienen el sistema y son obligados a financiar con sus aportes sindicales a dirigentes que no los representan.

Los secretarios generales de la CGT: líderes sin legitimidad real.

La visión que los trabajadores tienen de la CGT y sus secretarios generales es cada vez más negativa. 

Se ha instalado en la sociedad la certeza de que estos dirigentes sindicales no defienden los intereses de la clase obrera, sino que han construido un sistema donde los sindicatos son feudos personales, con líderes que se perpetúan en el poder mientras sus afiliados ven cómo sus salarios se desvanecen frente a la inflación.

La realidad es clara: estos sindicalistas negocian primero con los poderosos, pactan con las empresas y los gobiernos, y cuando todo está acordado, informan a los trabajadores sobre decisiones ya tomadas, sin consulta ni participación genuina. 

Así, las paritarias se transforman en una puesta en escena, donde los acuerdos salariales llegan tarde, mal y con montos que no compensan el deterioro del poder adquisitivo.

Pero lo más grave es que estos dirigentes han acumulado fortunas personales gracias a los aportes obligatorios de los trabajadores. 

¿Qué pasaría si los aportes sindicales fueran voluntarios?. 

¿Con qué fondos sostendrían sus lujos y su permanencia en el poder?. 

La realidad es que muchos de estos secretarios generales se presentan como la representación de miles de trabajadores, pero cuando llega el momento de las elecciones internas, solo un pequeño grupo es el que los vota. 

Controlan los mecanismos de votación, restringen la participación y manipulan los padrones para perpetuarse en sus cargos.

Si el sistema sindical fuera realmente democrático y los aportes fueran opcionales, muchos de estos dirigentes desaparecerían, porque no tendrían con qué financiar su estructura de poder. 

Esto explica por qué defienden con uñas y dientes la obligatoriedad de los aportes sindicales: no es por el bienestar de los trabajadores, sino por la supervivencia de su propia casta.


Sindicatos unidos para el poder, pero no para los trabajadores.

En Argentina, los sindicatos han demostrado que pueden unirse cuando se trata de defender su control, sus privilegios y el manejo de las multimillonarias cajas sindicales. 

Pero cuando llega el momento de pelear por los derechos de los trabajadores, desaparecen las estrategias comunes y las divisiones se imponen. 

No se ven sindicatos movilizados en unidad por un salario digno, pero sí cuando sus intereses personales están en juego.

Estos dirigentes no tienen problemas en sentarse con empresarios y gobiernos, en aceptar acuerdos que benefician al poder y en negociar condiciones que, en la mayoría de los casos, terminan perjudicando a los trabajadores. 

Sin embargo, no tienen la misma predisposición cuando se trata de defender con firmeza las condiciones laborales, la estabilidad de los empleados o la mejora real del poder adquisitivo.

El desafío de la unidad obrera y el rol de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas:

La única solución posible es que los trabajadores se organicen por fuera de las estructuras sindicales tradicionales y exijan un sindicalismo verdaderamente representativo. 

Las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas pueden ser la herramienta para presionar a estos gremios poderosos y corruptos, obligándolos a rendir cuentas y a poner nuevamente en el centro de la discusión los derechos de los trabajadores.

No hace falta manejar millones de pesos ni contar con una caja sindical para defender a la clase obrera. 

Lo único necesario es la convicción de que el sindicalismo debe volver a ser una herramienta de lucha y no un negocio para unos pocos. 

No venimos a quedarnos con lo que tienen los sindicatos tradicionales, sino a marcarles el camino que deberían seguir, a poner en caja a los dirigentes que han traicionado a su propia gente y a recuperar la dignidad del movimiento obrero.

Es momento de que los trabajadores exijan que el sindicalismo vuelva a ser lo que alguna vez fue: una trinchera de lucha, no un club de millonarios. 

La fuerza del movimiento obrero está en su gente, en la unidad de los trabajadores y no en los dirigentes que han construido sus fortunas con el esfuerzo ajeno. 

Cuando los trabajadores decidan unirse, ningún sindicalista corrupto podrá detenerlos.

Firmado:
Consejo Directivo de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas.

La unidad de los trabajadores con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes.

Atte.: Carlos Miguel Sosa (Sec. Gral.), Fabio Ragido (Sec. Adjunto) y Guillermo Patricio Kelly (Sub. Sec. Prensa).


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